Los fantasmas en el mundo de la antigüedad

Definición

Joshua J. Mark
por , traducido por Waldo Reboredo Arroyo
Publicado el 30 octubre 2014
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Disponible en otros idiomas: inglés, bengalí, francés, alemán, italiano, portugués
Roman Skull with Obol in Mouth (by Falconaumanni, CC BY-SA)
Calavera romana con un óbolo en la boca
Falconaumanni (CC BY-SA)

La creencia en la vida de ultratumba constituía una cuestión medular para todas las civilizaciones importantes del mundo antiguo, y fomentó la convicción de que los fantasmas eran en realidad los espíritus de los difuntos que, por una u otra razón, regresaban del reino de los muertos, o que rehusaban abandonar la tierra de los que viven.

Para los pueblos de la antigüedad no cabía duda de que el alma del ser humano sobrevivía a la muerte física. Con independencia de la opinión personal que cada quien abrigara sobre el asunto, el individuo crecía y se desarrollaba en un medio cultural que concebía que los muertos continuaban viviendo de una manera distinta, que requería cierto tipo de apoyo. Su existencia en el más allá estaba determinada en lo fundamental por diversos factores: el tipo de vida que habían vivido en la tierra, cómo se había dispuesto de los restos después de fallecer, y cómo los recordaban los que seguían vivos.

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Las características de la vida en el más allá variaban en dependencia de las distintas culturas, pero los rasgos que se mantenían constantes eran la existencia de un reino de ultratumba gobernado por leyes inmutables, y el deber de las almas de los difuntos de permanecer donde se encontraban, a menos que los dioses, por alguna razón específica, les otorgaran autorización para retornar a la tierra de los vivos. Las razones del regreso podían incluir la incorrecta ejecución de los ritos funerales, la ausencia total de inhumación, la muerte por ahogamiento o por asesinato en casos en los que no se recuperase el cadáver yen consecuencia nunca recibiera sepultura apropiada, la necesidad de solucionar asuntos pendientes, o exponer la verdadera historia de las circunstancias que rodearon a la muerte, como podía ser el caso de fallecer por asesinato, requerir venganza, y presentar al asesino ante la justicia para poder descansar en paz.

Raras veces resultaba bien acogida la aparición del fantasma de un difunto, incluso el de una persona amada. Se suponía que los muertos debían permanecer en sus predios y no se esperaba que cruzaran de regreso al mundo de los que viven. La ocurrencia de un caso así constituía una clara indicación que había sucedido algo en extremo aciago. Se esperaba que los que participaban en un intercambio espiritual se ocuparan del problema para que el fantasma retornara al lugar que le correspondía.

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Este parecer era tan predominante, que existen cuentos de fantasmas de contenido similar en las antiguas culturas de Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma, China y la India, así como en distintas regiones de Mesoamérica y las islas celtas de Irlanda y Escocia. En la Biblia se presentan los fantasmas de manera casi equivalente a como se hacía en obras romanas más anteriores. La exposición a continuación no constituye en modo alguno un tratamiento exhaustivo del tema. Se han escrito numerosos libros acerca de las creencias en fantasmas que existían en cada una de las culturas que se mencionan, o en las muchas que no se nombran. El propósito del presente artículo solo es suministrar a los lectores conceptos básicos relacionados con la vida en el más allá y con la creencia en espectros que existía en la antigüedad.

Los fantasmas en Mesopotamia

los fantasmas PODÍAN APARECERSE a las personas que vivían en la tierra para RECTIFICAR algún tipo de iniquidad.

Para la cultura mesopotámica la muerte era el acto final de la vida, del cual no había regreso. La tierra de los difuntos se conocía por varios nombres, entre ellos Irkalla, el reino del inframundo que se describía como "la tierra de donde no hay retorno", donde las almas de los muertos residían en lúgubre oscuridad, se alimentaban de tierra y sorbían barro de los lodazales. También existían otras visiones de la vida en el más allá, como la que se expresa en la obra Gilgamesh, Enkidu y el Mundo de los Muertos (Gilgamesh, Enkidu and the Netherworld).

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Esta existencia, gobernada por la tenebrosa reina Ereshkigal, era el colofón final de todos los mortales, con independencia de la grandeza o pobreza de la vida que habían vivido. El poema El Descenso de Inanna relata que bajo ninguna razón se autorizaba a las almas a salir de Irkalla, ni siquiera a la de una diosa. En él, la Reina de los Cielos, Inanna, (hermana de Ereshkigal) se había visto obligada a hallar un sustituto que ocupara su lugar para poder ascender y regresar al mundo de los vivos. Sin embargo, se otorgaban dispensas especiales a las almas que requerían terminar algún tipo de misión. Los fantasmas podían aparecerse a las personas que vivían en la tierra, si se entendía que necesitaban rectificar alguna iniquidad.

Queen of the Night or Burney's Relief, Mesopotamia
Reina de la Noche (o relieve de Burney), Mesopotamia
Osama Shukir Muhammed Amin (Copyright)

Por lo general, las apariciones se manifestaban en forma de enfermedades que afectaban a los vivos. El profesor Robert D. Biggs, escribe:

Los difuntos, sobre todo los parientes fallecidos, también podían atormentar a los vivos, en particular si la familia desatendía su obligación de hacerles ofrendas. Los espectros de personas muertas por causas innaturales o que no habían recibido una sepultura apropiada, por ejemplo los que expiraban ahogados u occisos en batalla, eran particularmente propensos a regresar para afligir a los vivientes. (4)

Los médicos de Mesopotamia, conocidos como Asu y Asipu empleaban encantamientos para apaciguar a los fantasmas, pero antes de comenzar el tratamiento, el doctor le pedía al paciente que fuera honesto y confesara cualquier pecado que hubiera podido atraer al espectro desde el inframundo. En Mesopotamia se consideraba que una enfermedad era la manifestación exterior de algún pecado que los dioses o los espíritus de los difuntos castigaban, y se suponía siempre que era una falta del enfermo, hasta que se probara lo contrario.

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Al morir, se creaba una entidad espiritual denominada Gidim, que mantenía la identidad personal del difunto y continuaba viaje a la tierra de los muertos. Si no se había prestado la debida atención a los ritos funerarios y al enterramiento, o si en torno al deceso de la persona había ocurrido algún acto criminal, este Gidim regresaba para perseguir a los que seguían con vida. Sin embargo, las inscripciones aclaran que en ocasiones, por travesura, el Gidim se escabullía de Irkalla para visitar la tierra, donde acosaba a los vivos sin justificación alguna.

El dios sol Shamash castigaba a estos espíritus rebeldes retirándoles sus ofrendas funerarias, para adjudicárselas a otros Gidim que no tenían quien los recordara en la tierra y por lo tanto a nadie que les ofreciera oblaciones para continuar su existencia. Aunque existen escritos acerca de seres queridos que regresan de ultratumba para transmitir advertencias y consejos, la mayoría de los fantasmas mesopotámicos no eran bien recibidos y se los enviaba de vuelta a su reino mediante el empleo de encantamientos, amuletos, oraciones, o exorcismos.

Los fantasmas egipcios

LOS VIVOS A QUIENES LOS FANTASMAS ACOSABAN TENÍAN QUE Dirimir SU CASO DIRECTAMENTE CON ellos, Y CONFIAR EN QUE LA respuesta FUERA RAZONABLE

De igual manera, en el antiguo Egipto el regreso de un fantasma se consideraba asunto muy serio. Para los egipcios, dejar de existir resultaba un concepto intolerable. Se creía que al morir, el alma viajaba al Salón de la Verdad, donde era juzgada por Osiris y los 42 Jueces mediante el recurso de colocar su corazón en una balanza, que equilibraban con la pluma blanca de la verdad; si el corazón resultaba más ligero que la pluma, el alma procedía a vivir en el más allá, pero si era más pesado, se lanzaba al suelo donde un monstruo lo devoraba y el alma cesaba de existir.

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Si se había vivido una vida virtuosa el corazón resultaba más ligero que la pluma, o más pesado si no había sido así. La vida de ultratumba se conocía como Campo de Juncos, y era una imagen especular de la vida que cada quien había llevado en la tierra egipcia. Se podía disfrutar de la casa que se había conocido, del arroyo contiguo al hogar, del árbol y el perro favoritos; por este motivo no existía razón para que el alma deseara retornar a la tierra, salvo que tuviera un buen móvil para hacerlo.

Egyptian God Osiris
El dios egipcio Osiris
A.K. (Copyright)

En los primeros tiempos en Egipto se tenía la concepción que el alma era el aspecto inmortal del individuo, de nombre Khu, y que constituía una entidad única. Sin embargo, en épocas posteriores se pensaba que el alma comprendía cinco elementos distintos. Dos de estos componentes, Ba y Ka, espíritu y personalidad, se unían después de la muerte para conformar el Akh, entidad que podía regresar en forma de fantasma. Si no se habían efectuado los ritos apropiados durante la inhumación, o si los vivos habían cometido algún pecado antes o después de la defunción de la persona, los dioses otorgaban al Akh una dispensa para retornar a la tierra y corregir lo impropio.

Los vivos acosados por fantasmas tenían que dirimir su caso directamente con el aparecido y confiar en que la solución fuera razonable. Si esto no resultaba efectivo, entonces necesitaban de la intervención de un sacerdote y un juez con el difunto. Por ejemplo, una desgracia que le acaecía a un viudo se atribuía en primer lugar a algún "pecado" que había ocultado a su esposa, quien ahora, al ser omnisciente por encontrarse en el Campo de Juncos, lo castigaba. En una carta hallada en una tumba del Imperio Nuevo un viudo le solicita por escrito a su extinta pareja que su espíritu lo deje en paz, y se declara inocente de haber cometido mal alguno.

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¿Qué mala acción te he hecho para haber llegado a este mal paso? ¿Qué te he hecho? Empero, lo que tú me has hecho es ponerme las manos encima aunque nunca obré maldad contra ti. Desde el tiempo en que viví contigo como esposo tuyo hasta el día de hoy, ¿qué te hice que haya tenido que ocultar? Cuando enfermaste de la enfermedad que sufriste, hice que se buscara a un maestro médico… Pasé como un hombre ocho meses sin comer ni beber. Lloré sobremanera frente a mi residencia junto a los que compartían mi techo. Te di ropas de lino para envolverte y ninguna asistencia dejé de realizar que tuviera que hacerse por ti. Y ahora, contempla, he pasado tres años en soledad sin entrar en casa alguna, aunque no está bien que alguien como yo haya tenido que hacerlo. Esto he hecho por tu causa. Pero, atiende, no sabes diferenciar el bien del mal. (Nardo, 32).

Los espíritus de los difuntos podían traerles muchos beneficios y protección a los vivos durante toda la vida, si se los sepultaba con los ritos apropiados y se los recordaba con perseverancia. No obstante, al entender de los egipcios existía una diferencia fundamental entre el "espíritu" que residía de manera pacífica en el Campo de Juncos, y el "fantasma" que regresaba a la tierra.

Los fantasmas en Grecia y Roma

EN LA ANTIGUA ROMA existía la creencia general QUE LOS FANTASMAS APARECÍAN EN DETERMINADOS MOMENTOS DE LA NOCHE y EN CIERTAS FORMAS PREDECIBLES

En la antigua Grecia la vida de ultratumba comprendía tres reinos distintos. Al fallecer se colocaba una moneda en la boca del difunto, que servía de pago al barquero Caronte para que cruzara el alma a través del río Styx. En realidad la moneda no era un "pago", sino más bien un símbolo de respeto intercambiado entre el alma y los dioses: mientras mayor fuera el valor de la moneda, mejor puesto ocupaba el alma en la barca de Caronte.

Cuando el alma alcanzaba la otra orilla pasaba por el costado del can de tres cabezas Cerbero, y de pie ante tres jueces ofrecía un relato de su concluida existencia. Al terminar la historia, mientras los jueces aún conferenciaban, recibía una copa de las aguas del olvido del río Lete, con lo que los recuerdos de su vida en la tierra se borraban.

Entonces los jueces le asignaban un sitio al alma: los guerreros occisos en batalla iban al paraíso en los Campos Elíseos; las personas bondadosas se destinaban a la placentera Llanura de Asfódelo; y el malvado se enviaba a las tinieblas del Tártaro, donde su alma permanecía hasta expiar los pecados cometidos en vida. Nunca se condenaba a un alma a un "eterno penar". Llegado el momento, las ánimas que se encontraban en el Tártaro podían ser elevadas a la Llanura de Asfódelo. Al igual que en las culturas de Mesopotamia y de Egipto, bajo ningún concepto se esperaba que las almas regresaran a la tierra, pero a pesar de todo, en ocasiones lo hacían. La cultura romana adoptó el mismo paradigma básico, si bien su creencia en los espíritus estaba mucho más arraigada que la de los griegos.

Attic Lekythos
Lekitos del Ática
Peter Roan (CC BY-NC)

El dramaturgo romano Plauto en su comedia Mostellaria (The Haunted House, La Casa Embrujada) cuenta la historia de un rico mercader ateniense nombrado Teoprópides que sale en viaje de negocios y deja en manos de su hijo Filolao el manejo de la casa. Filolao ve en la ausencia del padre la oportunidad de disfrutar a plenitud de la vida, en vez de la de demostrar su valía como asistente. Pide un préstamo por una fuerte cantidad de dinero para comprar la libertad de la joven esclava a quien ama, y acto seguido incurre en más gastos para agasajar a sus amistades con una grandiosa fiesta en la casa de su padre.

Todo le va bien a Filolao, hasta que su esclavo Tranio le comunica que acaba de enterarse del inesperado retorno de Teoprópides de su viaje, y de su inminente arribo a la casa. Filolao cae presa del pánico y no se le ocurre qué hacer con sus invitados, ni cómo explicar sus enormes gastos, pero Tranio le asegura que todo va a marchar bien. Encierra a Filolao y a sus invitados en la casa y se encuentra afuera con Teoprópides; le dice que no puede entrar porque se ha descubierto que la casa está encantada y le cuenta que en medio de la noche, mientras las antorchas aún se encontraban encendidas, un fantasma se le ha aparecido en sueños a Filolao. Continúa diciendo que el espectro le había informado a Filolao que hacía tiempo, encontrándose en la morada, su vil anfitrión lo había asesinado para robarle el oro. Tranio le dice, además, que el cadáver de la víctima aún está escondido en la residencia y que es peligroso entrar.

Teoprópides cree en la historia sin ponerla en duda y desespera por no saber dónde vivir ahora. Aparece entonces un usurero que exige el pago del préstamo que Filolao había tomado para comprar a la joven esclava, y Tranio explica que se había procedido así para comprar la casa colindante, debido a que su antiguo hogar resultaba inhabitable. Teoprópides entra en la mansión contigua e interpela a Simo, el dueño, quien niega habérsela vendido a Filolao; aun así Teoprópides no muestra señales de desconfiar de la historia del fantasma.

SE CONSIDERABA que enterrar a un muerto en forma inapropiada era LA RAZÓN PRINCIPAL POR LA QUE el ESPÍRITU RETORNABA DEL MÁS ALLÁ

En la antigua Roma se pensaba que los fantasmas aparecían en ciertas formas predecibles y, por regla general, en determinados momentos de la noche. El historiador D. Felton comenta que el público que disfrutaba de Mostellaria se habría divertido con la historia del inopinado fantasma porque se apartaba de lo que se daba por sentado acerca de un hechizo de esa índole: el espectro de una persona asesinada podía aparecerse en una habitación iluminada por una antorcha, puesto que un fantasma no podía verse a no ser que hubiera algo de luz; pero no podía presentarse en un sueño, a menos que fuera un amigo o un ser querido.

Se consideraba que las ánimas que se manifestaban en los sueños eran un tipo de espíritu por completo distinto a un espectro "conturbado" que había sufrido una muerte prematura o injusta, al que no se había inhumado con los rituales de rigor. En su apuro por inventarle un cuento al señor de la casa, Tranio confunde las historias de dos tipos distintos de fantasmas, y Felton observa que un embrollo así le habría resultado divertido a un auditorio de la época.

La historia de la doncella Filineo, según la cuentan Flegón de Trales (siglo II d. C.) y más tarde Proclo (siglo V d. C.), divergen de manera interesante de este paradigma. En ella la moza se casa con Crátero, uno de los generales de Alejandro Magno, y muere tras seis meses de matrimonio. Filineo retorna a la vida y visita cada noche a un joven de nombre Macates en la habitación que ocupaba en la casa de los padres de ella. Cuando sus progenitores la descubren, explica que la habían liberado del inframundo con un propósito específico y acto seguido muere por segunda vez.

La historiadora Kelly E. Shannon, entre otros, ha enunciado los extremos a los que llegó Flegón para conferirle crédito a su relato, que con ese objetivo presenta como una crónica en forma de carta escrita en primera persona, la cual narra un hecho histórico ocurrido en un sitio concreto (Anfípolis), en un período real (durante el reinado de Felipe II de Macedonia), mientras se guardaba de no entrar en descripciones tan detalladas que le permitieran dudar del mismo a un lector familiarizado con los sucesos de aquel lugar y momento. Shannon escribe:

¿Qué puede con sensatez esperarse que crea un lector? La literatura romana rebosa de extrañas e inexplicables criaturas, objetos, y ocurrencias; desde centauros, hasta apariciones fantasmagóricas y erupciones volcánicas que no se confinan al mundo mitológico. Los relatos acerca del mundo natural se enfocan con frecuencia en fenómenos que pueden parecer insólitos o imposibles: autores como Plinio el Viejo presentan como reales temas que un público moderno en plena capacidad de raciocinio tendría dificultades o le resultaría imposible tomar con seriedad. (1)

Los fenómenos referidos por Shannon se conocían por los romanos como mirabilia (maravillas o milagros) e incluían bestias parlantes, mujeres-espíritu de increíble altura, visiones de los dioses, y fantasmas. Entre las más famosas mirabilia se encuentra la historia de Plinio el Joven (61-115 d. C.) que narra lo ocurrido al filósofo Atenodoro, quien llega a Atenas y escucha que una casa encantada se vende en rebaja a causa del temor que todos sienten por el espectro que la perturba. Atenodoro alquila la casa y esa noche escucha que se arrastran cadenas, por lo que despierta y se topa dentro de su habitación con un hombre que le indica que se levante y lo acompañe. Atenodoro sigue a la aparición hasta un lugar del patio de la casa donde el espíritu de repente se desvanece.

Al día siguiente Atenodoro hace que el magistrado de la ciudad cave en el lugar, donde encuentran un hombre cuyo cadáver está enredado en cadenas. Los restos reciben sepultura con los ritos de rigor y la casa deja de estar embrujada. Esta es la típica historia de un "hechizo" en que el espíritu parece buscar la reparación de un agravio. El enterramiento indecoroso de un difunto, o la total ausencia de tumba, se consideraba razón primordial para retornar del más allá, más importante aún que el deseo del espíritu de vindicar su muerte.

La posibilidad que un espíritu regrese para pedir a un ser querido que vengue su muerte se ilustra en una anécdota que narra Apuleyo, en que un hombre nombrado Trasilio se enamora de la esposa de su amigo Tlepolemo y lo asesina mientras se encuentran de cacería. El espíritu de Tlepolemo se le aparece a su esposa en un sueño, le cuenta cómo había perecido y le pide que lo desagravie. Trasilio había pedido autorización para cortejarla, pero la viuda había rechazado su intención por encontrarse de duelo. Sin embargo, de pronto dice que la puede visitar esa noche. Le ofrece un vino emponzoñado y al caer en estupor lo ciega con el pasador de su cabello, mientras exclama que la muerte habría sido un castigo demasiado leve para lo que había hecho, y que ahora deambularía por la vida sin ver el mundo. Corre luego a la tumba de su esposo, recuenta la historia de su asesinato y se inmola con su espada. Trasilio se encierra en la tumba de Tlepolemo y se obliga a morir de hambre.

Estas eran las dos formas principales en que el público de la antigüedad concebía que se manifestaban los fantasmas, aunque no eran las únicas maneras en que lo hacían: en sueños, o en apariciones físicas, relacionadas por lo general con algún problema en torno al fallecimiento; el mismo paradigma que se observa en otras culturas.

Los fantasmas en China y India

DURANTE EL FESTIVAL DE LOS FANTASMAS, LA GENTE COLOCA AFUERA COMIDA Y REGALOS PARA LOS MUERTOS, CON LA ESPERANZA de QUE PERMANEZCAN EN SU PROPIO REINO Y NO OCASIONEN PROBLEMAS A LOS VIVOS

En la cultura china el espíritu de una persona ahogada, fallecida en soledad o en batalla, o mediante algún otro tipo de extinción en que quedaba sin sepultar, se aparecía en forma corpórea y solo podía verse de noche, a la luz de una tea. El espíritu de un ancestro que deseaba referir algo o impartir un aviso se aparecía en sueños.

El filósofo chino Mo Ti (que vivió de 470-391 a. C.) consideraba que los espectros eran reales y argumentaba en favor de que se aceptara el informe del retorno de ultratumba del fantasma del ministro Tu Po, venido para asesinar a Xuan, rey de Zhou. Analizó la forma en que las personas explicaban cómo funcionaba cierta máquina con la que no estaban familiarizadas y en cómo se comportaban o expresaban algunos en un país donde nunca habían estado, lo que lo llevó a concluir que si sus exposiciones resultaban creíbles y si ellos mismos parecían ser testigos confiables, debía aceptarse lo que decían.

De adoptarse esta línea de razonamiento, si los que hacían un relato de aparecidos demostraban ser dignos de confianza respecto a lo que expresaban sobre otras cuestiones verificables de la vida, se debía admitir lo que contaban acerca de los espectros. En consecuencia, dado que tanto los relatos históricos de la antigüedad como los informes que se producían en su tiempo contenían referencias a fantasmas, todos debían aceptarse como reales aunque no se hubieran tenido experiencias con espíritus, del mismo modo que se dan por auténticos los reportes noticiosos del día y las historias ya confirmadas.

En China, la práctica de venerar a los ancestros y la convicción acerca del fuerte predominio que los difuntos continuaban ejerciendo sobre las vidas de las personas, influyó de forma notable en que se creyera en los fantasmas. Al igual que en las demás culturas mencionadas, los espíritus de los muertos podían beneficiar a los vivos, a menos que la inhumación o celebración de los ritos funerarios se hubiera realizado de forma indecorosa, o que se les hubieran otorgado dispensas celestiales a los espectros para que retornaran a corregir una maldad.

El Festival de los Fantasmas, que se originó para honrar y apaciguar a los difuntos, se continúa celebrando en el decimoquinto día del séptimo mes del año. Se piensa que en este período, conocido como "Mes de los Fantasmas", se hace más delgado el velo que separa el reino de los vivos del de los muertos, y que los espectros pueden cruzarlo con facilidad (en forma parecida al concepto celta de Samhain y al festival mesoamericano denominado "Día de los Muertos"). Durante el Festival de los Fantasmas, las gentes les colocan a los finados comida y regalos fuera de la casa para calmarlos y honrarlos, con la esperanza de que permanezcan en su propio reino y no atormenten a los vivos.

Ghost Festival, China
Festival de los fantasmas, China
Mister Bijou (CC BY-NC-ND)

Los chinos creían que la vida en el más allá comenzaba con un viaje en que el alma se juzgaba sobre un puente que cruzaba un abismo. Si se comprobaba que era honorable, continuaba su camino, hacía una pausa en un pabellón para mirar por última vez hacia atrás en dirección a la tierra de los que seguían con vida, y tomaba una taza de un brebaje nombrado Sopa Mengpo que causaba el total olvido de la vida precedente. A partir de este punto la cultura china acerca de los espíritus diverge sobre lo que a continuación le ocurría al alma: según algunas obras subía a los cielos, mientras otras afirmaban que se reencarnaba. Por el contrario, si al cruzar el puente rumbo al más allá se encontraba que el alma no era honorable, resbalaba hasta el infierno y permanecía allí. En ningún caso se esperaba que el espíritu retornara a la tierra de los vivos, y si lo hacía y no era un ancestro que aparecía en un sueño para brindar algún aviso o advertencia, era seguro que alguna especie de fuerza maligna estaba implicada.

La historia de Ning Caicheng y Nie Xiaoqian, del libro de cuentos del escritor Pu Songling, de 1680 d. C., constituye un ejemplo. Se piensa que la narración es muy anterior al siglo XVII d. C. Relata la visita de Ning a un templo donde lo visita el ánima de la doncella Nie, quien intenta seducirlo. Ning cree que debe mantener una conducta virtuosa y se resiste. A la mañana siguiente otros dos viajeros que se hospedaban en el templo aparecen muertos, con sendos orificios perforados en las plantas de sus pies, y exangües. Nie reconoce la virtud de Ning por haberse resistido a sus avances y le cuenta que cuando apenas tenía 18 años había fallecido en el templo, donde un monstruoso demonio que habitaba el suelo de su sepultura la dominaba. El monstruo le exigía que sedujera a los viajeros y los vaciara de sangre, que después él se comía. Ning desentierra los restos de Nie, se los lleva a su hogar, los vuelve a sepultar cerca de su casa, y vierte una libación sobre su tumba en señal de respeto y consideración. Después de terminar los ritos para honrar a la muchacha se da vuelta para alejarse de la tumba, pero escucha su grito de auxilio y descubre que ha regresado a la vida gracias a su recta conducta y a su empeño en proporcionarle un sepelio decoroso. Luego, según la leyenda, Ning y Nie se casan y viven junto a sus hijos en eterna felicidad.

A menudo los cuentos chinos de fantasmas transmiten una moraleja que sigue la línea de la leyenda de Ning y Nie, la cual hace énfasis en la práctica de una conducta pundonorosa y de bondad hacia los demás. Confucio mismo creía en la eficacia de los cuentos de aparecidos porque creía que los encuentros sobrenaturales aportaban lecciones que inculcaban valores ideales a los vivos. Llegó a pensar que esto también se demostraba en los encuentros con los llamados fantasmas hambrientos, que eran espíritus cuyos familiares habían incumplido con el deber de respetarlos y recordarlos, o espíritus de personas asesinadas cuyos ejecutores no se habían conducido ante la justicia. Se pensaba que los fantasmas hambrientos recibían licencias especiales de los dioses para afligir a los vivos hasta que recibieran su merecido. Los fantasmas hambrientos podían quebrar la tranquilidad espiritual de los vivientes o habitar sus hogares y comportarse como duendes traviesos y estruendosos.

El mismo caso se presentaba en la India, donde las ánimas de los que habían partido se veían como una especie de fantasmas hambrientos. En la India de hoy y la de la antigüedad se conocía a los espectros con el nombre de Bhoots, que se manifestaban como humanos, pero con los pies apuntando hacia atrás, y tenían la capacidad de cambiar su apariencia sin aviso previo. Se piensa que los pies mantenían sus puntas hacia atrás como indicación de que algo no andaba bien, y que el espíritu se encontraba en un estado preternatural. Los bhoots se materializan cuando la persona muere antes de haber cumplido su tiempo en la tierra. Debido a que no podían disfrutar de la totalidad de sus vidas, regresaban a la tierra con la esperanza de tomar posesión del cuerpo de alguna persona viviente.

En la India de la antigüedad la posesión por un fantasma, que incluía la reanimación por el espíritu de su propio cadáver, constituía una gran preocupación. Al decir de algunos estudiosos, esto condujo a la práctica de incinerar a los muertos. Si el cuerpo se cremaba el espíritu no podía regresar a reavivarlo, y quemar ciertas especias junto al empleo de amuletos y oraciones podía proteger a los vivos de que las ánimas tomaran posesión de ellos al comprender que no podían volver a habitar esa materia.

EXISTEN HISTORIAS ACERCA DE REGIONES, CASAS Y HASTA CIUDADES ENCANTADAS, DONDE HA HABIDO FANTASMAS DURANTE SIGLOS

Los espíritus de personas que fallecían antes de tiempo se sentían infelices, y casi siempre enojados en grado sumo. Se pensaba que los espectros podían ocasionar múltiples problemas al aparecerse en forma física, pero al igual que en otras culturas, también se creía que podían ser beneficiosos si al presentarse en sueños resultaba ser alguien conocido, o sobre todo, un familiar.

El espíritu de una mujer fallecida durante el parto, conocido por churail, era un bhoot en extremo peligroso. Se creía que el espectro rondaba por los cruces e intersecciones de caminos y les proponía su amistad a los vivos. Si la persona era una mujer, la churail trataba de poseer su cuerpo o robarle los hijos, y si era hombre, intentaba seducirlo y después matarlo. Una vez que el bhoot, lo mismo que la churail, vivía el tiempo que se le había concedido en la tierra, se marchaba y volvía a entrar en el flujo de reencarnación.

La creencia india en la existencia de una vida más allá de la muerte, que comprendía la transmigración de las almas, establecía que el alma del difunto se juzgaba según los actos que había realizado mientras ocupaba un cuerpo, en dependencia de los cuales avanzaría o retrocedería en la jerarquía espiritual en la siguiente encarnación. Sin embargo, a juzgar por la existencia de historias que se relacionaban con regiones, casas, y hasta ciudades encantadas, donde los fantasmas permanecían durante siglos, parecía que no todas las almas continuaban su marcha.

El más famoso de estos sitios es la fortaleza de Bangarh, en Rajastán; una urbe abandonada que se cree está habitada por fantasmas. La ciudad se construyó durante el imperio mogol, en 1573 d. C. y según la leyenda, prosperó hasta que la maldijo un ermitaño solitario que vivía en las cercanías. Una versión de la historia cuenta que el eremita era un sabio que había bendecido la fundación de la ciudad, bajo la condición que ninguna de sus casas se levantara por encima de una altura que arrojara sombra sobre la vivienda que poseía en la colina y le bloqueara el sol. Los primeros constructores de la ciudad respetaron su solicitud, la cual más tarde se olvidó, por lo que las adiciones que se hicieron al palacio proyectaban sombra sobre la morada del anacoreta. El eremita maldijo a la ciudad y a sus pobladores por su falta de consideración y en una sola noche quedaron destruidos todos los pisos superiores de los edificios. Las personas que sobrevivieron desertaron de la Fortaleza de Bangarh, y no lejos levantaron la nueva ciudad de Bangarh.

Bhangarh Fort Ruins, Rajasthan
Ruinas del fuerte de Bangarh, Rajastán
Parth Joshi (CC BY-NC-SA)

La otra versión del relato entraña a la bella princesa Ratnavi y al malvado hechicero Baba Balnath. El brujo estaba enamorado de la princesa, pero sabía que jamás correspondería a sus sentimientos. Preparó una poción de amor para que la princesa se sintiera atraída con fuerza hacia él, la cual le obsequió un día en el mercado, enmascarada como perfume. Ratnavi sospechó que la botella contenía algo que no era esencia y la vació sobre una gran roca, que debido a los poderes mágicos de la pócima salió disparada en línea recta hacia el hechicero y lo aplastó.

Mientras agonizaba, Baba Balnath maldijo a Ratnavi y a toda la ciudad, y juró que nadie viviría de nuevo tras sus muros. Al igual que en la otra versión de la historia, en una sola noche la ciudad quedó desierta tras sufrir una catástrofe, y conforme a la maldición, nunca volvieron a habitarla personas vivientes. No obstante, se piensa que los muertos aún residen en la Fortaleza de Bangarh y a la fecha de hoy se sabe de gentes que afirman haber escuchado voces espectrales, pasos, y risas incorpóreas en los alrededores del antiguo balneario, además de haber visto luces que desandan la ciudad, y hasta el espíritu de la princesa Ratnavi.

Fantasmas mesoamericanos

En el sistema de creencias maya no se toleraban los fantasmas que se avecindaban en un lugar como los que se dice que habitan en Bangarh. Se requería mantenerlos a distancia mediante el empleo de encantamientos y amuletos, o rechazarlos hacia el inframundo con la intercesión de un guardián de la jornada, o chamán. El concepto maya de la vida de ultratumba era similar a la visión mesopotámica en cuanto a que el inframundo era un lugar terrible y oscuro, pero los mayas llevaron la idea mucho más lejos: en el inframundo de los mayas (conocido como Xibalba o Metnal) había numerosos señores de los muertos que confundían al alma del difunto en su búsqueda del camino al paraíso.

Una vez que el alma descendía al inframundo, se encontraba en un viaje del que no había retorno. De igual manera que en las culturas mencionadas, no se esperaba que las ánimas regresaran al reino de la tierra. Al abandonar el cuerpo, el espíritu de un perro conducía al alma a través de una enorme extensión de agua, y la ayudaba a navegar entre las trampas y obstáculos de los señores de Xibalba hasta llegar al Árbol de la Vida, que entonces escalaba para llegar al paraíso.

AL IGUAL QUE LOS MAYAS, LOS AZTECAS AFIRMABAN QUE LA VIDA DE ULTRATUMBA ERA UN LUGAR SOMBRÍO DEL CUAL NO HABÍA REGRESO

A causa de esto se consideraba que los espíritus que regresaban eran antinaturales, a menos que, como en otras culturas, se aparecieran en sueños y se los reconociera como amigos o miembros de la familia, lo cual no siempre era el caso. Los mayas se inclinaban por creer que los muertos que no se hallaban en perfecto reposo podían regresar, lo mismo en forma de plantas beneficiosas, como de otras que había que evitar.

El mejor ejemplo de esta creencia es la leyenda del Xtabay, que narra la historia de dos bellas mujeres, Xkeban y Utz-Colel. Las personas decentes de la villa maltrataban a Xkeban porque había mantenido relaciones sexuales indebidas con un hombre, pero las clases inferiores la amaban por su buen corazón y bondadoso trato hacia todos. Utz-Colel gozaba de alta estima entre las clases altas por proceder de una familia noble y por respetar las buenas costumbres sociales; sin embargo, era dura de corazón, cruel, y solo pensaba en sí misma.

Un día una fragancia extraña y embriagadora llenó el pueblo y cuando los pobres buscaron su origen, se tropezaron con la choza de Xkeban, donde la hallaron muerta sin que pudieran definir la causa. La exquisita fragancia emanaba de su cuerpo. Le dieron sepultura y al día siguiente observaron que unas preciosas flores silvestres crecían por encima de toda su tumba, las cuales despedían el mismo aroma que habían identificado el día anterior.

Poco tiempo después murió Utz-Colel, pero de su cuerpo se desprendía un terrible olor. Las personas más respetables de la villa enterraron a la noble y buena mujer con gran ceremonia, y plantaron muchas flores, pero al día siguiente los brotes se habían marchitado y murieron. De su tumba nació entonces una flor carente de perfume conocida como Tzacam, mientras que sobre el sepulcro de Xkeban crecían capullos de Xtabentun, de dulce esencia; y las almas de las dos mujeres se impregnaron de sus respectivas flores.

Cuando Utz-Colel supo que era una espinosa flor sin aroma, sintió celos de Xkeban y creyó que de alguna manera el pecado de amor sensual cometido por Xkeban, le había traído prosperidad. Se alió con los espíritus oscuros de Xibalba para regresar a la vida, poder tener relaciones sexuales con quien le placiera y recibir tantas bendiciones como Xkeban. Sin embargo Utz-Colel no comprendía que lo que había motivado a Xkeban a actuar en la forma en que lo había hecho era el amor, mientras que en su caso de lo que se trataba era de ambición. Se la envió de regreso a la tierra como Xtabay, la flor que crece en el cacto Tzacam, que en ocasiones toma forma humana para acechar a los viajeros en los cruces de caminos. Si un hombre le presta atención, lo seduce y lo mata; si en cambio es una mujer, la atormenta hasta que pierde su tranquilidad de espíritu.

Tezcatlipoca Turquoise Skull
Cráneo turquesa de Tezcatlipoca
Trustees of the British Museum (Copyright)

Las creencias aztecas describen una entidad similar, que en realidad se acerca más a las churails de la India. El espíritu azteca se conoce como Cihauteteo, y es el fantasma de una mujer que muere durante el parto. Estos espíritus también endemoniaban los cruces de caminos; ignoraban a los hombres que viajaban, pero esperaban a las mujeres acompañadas de niños y las golpeaban para robarles los hijos. También se pensaba que durante la noche eran capaces de deslizarse hacia el interior de los hogares para raptar a los niños que se encontraban adentro.

En las puertas y ventanas se colocaban amuletos y hechizos para espantar al cihuateteo. También para la estructura azteca de creencias los aparecidos eran huéspedes indeseables que solo traían malas noticias o servían como augures de desastres. Al igual que los mayas, los aztecas afirmaban que la vida del más allá era un espacio tenebroso del que no se regresaba, de manera que la venida de un espíritu constituía franca indicación de la ocurrencia de una desgracia presente o futura.

Mictlantecuhtli, God of Death
Mictlantecuhtli, Dios de la Muerte
Dennis Jarvis (CC BY-SA)

Los aztecas, al igual que los mayas y los tarascos, pensaban que los perros podían ver a los espectros y proteger a las personas de ellos, de manera que enterraban perros junto a los difuntos con la intención de que ayudaran al alma en el más allá, la guiaran en el inframundo, y la protegieran contra los fantasmas. El miedo a los aparecidos les engendraba profundo tormento a los tarascos, por lo que desarrollaron el concepto del perro de los espíritus. Pensaban que los aparecidos eran los espíritus de quienes se habían inhumado sin decoro, de los que en una cacería habían expirado en soledad y nunca se habían encontrado, o de los ahogados. Estas almas deambulantes regresaban para perseguir a los vivos hasta que sus cuerpos se hallaran y se sepultaran con las honras de exigencia. Claro está, el problema era que no se podía encontrar a los cadáveres. En estos casos, afirmaban los tarascos, el perro de los espíritus podía descubrir cualquier cuerpo y conducir su alma hasta el más allá para que no agobiara a las personas vivientes.

Las culturas mesoamericanas les ofrecían festejos a los fallecidos en vez de sentir congoja por ellos, lo cual dio origen al acontecimiento que hoy se conoce como Día de los Muertos. Ese día se reúne la comunidad para recordar a los que han partido al más allá y rendir tributo a sus vidas. En sus inicios, los aztecas honraban en este festival a la diosa del inframundo Mictecacihuatl, después pasaron a rendir homenaje a las almas de los niños que habían perecido, y más tarde a los adultos que habían pasado a ultratumba. La costumbre establecía que la celebración tenía lugar durante la época de la cosecha de maíz (finales de julio y todo agosto), pero tras la conquista española se trasladó a noviembre, para que coincidiera con el Día de Todos los Santos conmemorado por la iglesia católica.

Los fantasmas celtas

El cambio de estación que se introdujo en los festejos del Día de los Muertos se debió a la política de la iglesia católica de transmutar al cristianismo las antiguas fiestas paganas. Una celebración parecida, conocida como Samhain (pronunciado su-juen o sou-juen), tenía lugar en el norte de Europa, en Irlanda, Escocia y Gales. Los paganos de esas regiones concebían la vida como cíclica, no lineal, y que el año giraba como rueda. Samhain constituía el final de un ciclo y el inicio del siguiente; además se creía que en ese momento el cendal que separaba a los vivos de los muertos se hacía más fino, y que los muertos podían andar de nuevo por la vida.

La fiesta tenía lugar entre finales de octubre y principios de noviembre; según la tradición, se iniciaba con el ocaso del día 31 de octubre y continuaba hasta el 2 de noviembre (aunque algunos la celebraban desde la semana anterior al 31 de octubre, hasta la semana posterior). Es falso que Samhain fuera el dios celta de los difuntos a quien el pueblo ofrecía sacrificios el 31 de octubre, al contrario de lo que aseveran muchas fuentes actuales de Internet y algunos populares programas de televisión estadounidenses. Jamás existió un dios celta de los difuntos de nombre Sam Hain. "Samhain" solo significa "fin del verano" en lengua celta.

EN LOS DÍAS DE SAMHAIN SE SACRIFICABAN RESES Y LOS HUESOS SE QUEMABAN EN HOGUERAS (BONE FIRES), QUE HOY SE CONOCEN EN HABLA INGLESA COMO BONFIRES

Se creía que durante esos días los difuntos gozaban de libertad para caminar por el mundo, y la población preparaba las comidas que los amigos y familiares muertos habían disfrutado en vida. Samhain constituía una importante celebración de terminación de la cosecha; se sacrificaban y salaban reses para el invierno y se incineraban sus huesos, práctica que dio origen a las hogueras para quemar huesos (bone fires), que hoy se conocen en habla inglesa como bonfires.

Sin embargo, el lado tenebroso de Samhain era que los difuntos conturbados (similares a los fantasmas hambrientos chinos) también estaban en libertad de andar a sus anchas, por lo que el pueblo inició la práctica de utilizar máscaras para que los espíritus que desearan perjudicarlos no los reconocieran. La costumbre evolucionó con el tiempo hasta lo que hoy son los festejos de la Víspera de Todos los Santos (Halloween).

Hacia el siglo I d. C. el Imperio romano había conquistado la mayor parte de la región celta, y cuando el cristianismo pasó a ser la religión oficial del imperio en el siglo IV d. C., la Iglesia introdujo muchas fiestas paganas en su calendario. El festival de Samhain se incorporó a la iglesia como Allhallows o Hallowmas, debido a su popularidad. Luego se convirtió en Día de los Difuntos y más tarde en Día de Todos los Santos, fecha en que los creyentes oraban por las almas de los fallecidos que permanecían en el purgatorio. De igual manera que Samhain en Europa, en México se originó el Día de los Muertos, y los festivales paganos se convirtieron en fechas de observancia cristiana.

Conclusión

La persistente creencia que el Día de Todos los Santos los muertos podían regresar a la tierra cambió en la medida que se hacía cada vez más popular la interpretación cristiana acerca de la vida en el más allá, y a la incipiente vinculación de los fantasmas con los demonios y con el diablo. Varios pasajes bíblicos, Mateo 14:25-27, Marcos 6:48-50, y Lucas 21:37:39, mencionan espectros. Entre los pasajes más famosos donde se mencionan entelequias se encuentra el de I Samuel 28:7-20, en que el Rey Saúl se presenta a la Adivinadora de Endor y le pide que invoque al ánima de Samuel, su anterior consejero y profeta de Dios. Con posterioridad, Saúl pierde el favor de Dios por consultar a un espíritu qué debía hacer, en vez de confiar su futuro a Dios.

A medida que el cristianismo ganaba más adeptos, los fantasmas, y en particular la invocación de espíritus, empezaron a verse bajo un aura negativa. Además, se interpretaba que el pasaje de Marcos 6 repudiaba a los espectros, debido a que los discípulos creyeron que Jesús era un fantasma cuando lo ven caminar sobre el agua. Las apariciones no podían caminar sobre el agua, solo los dioses y los santos; por lo tanto, la dureza de corazón de los prosélitos de Jesús, no obstante haber recibido Su mensaje de salvación, quedaba demostrada por el hecho de que lo confundieran con un fantasma. El investigador Jason Robert Combs subraya por qué el autor de Marcos sabía que su auditorio debía reconocer el simbolismo del fantasma. Escribe:

Los dioses y los hombres santos caminan sobre el agua; los fantasmas no. Pero cuando los discípulos ven que Jesús camina sobre el agua, creen en lo imposible, en vez de en lo obvio. Marcos inserta el absurdo de (6:49): "Pues al verle ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma", para destacar en dramático relieve lo errado de la interpretación de los discípulos acerca de la misión mesiánica de Jesús. (358)

De manera continuada el autor de Marcos demuestra que los discípulos no aprehendían quién era Jesús, ni en qué consistía su misión. El uso que hace del fantasma al principio de su libro le habría demostrado con claridad el asunto a un auditorio más antiguo, el cual hubiera sabido a la perfección que los fantasmas no caminan sobre el agua y más aún, que en ocasiones el agua se empleaba para mantener alejados a los espectros. En la Biblia, el libro I Juan 4:1 afirma que se debería poner a prueba a los espíritus para conocer si vienen de Dios y no creer que todos son lo que aparentan ser. Este pasaje, en conjunto con la creencia expresada en los versículos de Marcos, I Samuel y otros, propugnaba una visión aun más negativa de los fantasmas que la que se tenía hasta entonces.

Aunque los fantasmas siempre han sido mal recibidos y se han considerado innaturales, ahora se asociaban con lo demoníaco y se tenían como agentes del diablo. Se alentaba a las gentes a rechazar que los espectros eran reales, puesto que en el trance de la muerte el alma de la persona iba al cielo, o al infierno, o al purgatorio, y no regresaba a la tierra. Ver a un ánima implicaba suponer que el diablo empleaba un ardid para tenderle una celada al alma y llevarla al infierno, por haber engendrado dudas acerca del orden divino de Dios.

Hamlet, de Shakespeare, explota con propósitos dramáticos esa actitud hacia los fantasmas, cuando el príncipe Hamlet pone en duda si el espectro que había visto era en realidad el de su padre, que había regresado de entre los muertos, y dice: "El espíritu que he visto / puede ser un diablo, y el diablo tiene poder / para adoptar una forma agradable, sí, y quizá / a causa de mi debilidad y mi melancolía / puesto que es muy poderoso con tales espíritus / abusa de mi para maldecirme" (II.ii.610-615). Este punto de vista acerca de los fantasmas cambiaba por completo la antigua convicción que los espectros eran las almas de los muertos, y puesto que pertenecían al diablo, se desalentaba la creencia en ellos.

Con el transcurso del tiempo, una mayor confianza en la interpretación secular y "científica" del mundo completó el trabajo iniciado por la Iglesia y relegó a los fantasmas al reino de la superstición y la ficción. A juzgar por el número de sitios web y de la cantidad de libros que se dedican al asunto, son muchos los que en la actualidad se interesan por el tema de los espectros, pero en términos generales el andamiaje cultural no estimula esa creencia; situación que es justo la inversa de como el mundo de la antigüedad veía a los fantasmas.

El periodista John Keel, quien investigó muchos de los llamados sucesos paranormales y es bien conocido por su libro Las Profecías de Mothman (The Mothman Prophecies), escribió que no existe tal cosa como lo "paranormal" o lo "sobrenatural". Después de citar un número de sucesos extraños que las gentes han confrontado a lo largo de la historia, Keel observa que lo que hoy día las personas llaman eventos "paranormales" o "sobrenaturales" son en realidad aspectos normales y naturales de la vida en la tierra.

Según Keel, el mundo de los espíritus, de los fantasmas y de las almas que se aparecen provenientes de ultratumba, puede ser hoy tan real como lo fue para las personas del mundo antiguo; la razón por la que las gentes ya no acogen a los fantasmas como parte de la vida es solo que no se acepta como válido que el mundo opere de esa manera. Con el cristianismo surgió un nuevo paradigma acerca de cómo funciona el mundo y se distanció más a los fantasmas del reino de los vivos, hasta que al final perdieron su poder y se convirtieron en tema principal de cuentos y leyendas.

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Waldo Reboredo Arroyo
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark es un escritor independiente y antiguo profesor de filosofía a tiempo parcial en el Marist College de Nueva York. Vivió en Grecia y Alemania y ha viajado por Egipto. Ha sido profesor universitario de historia, escritura, literatura y filosofía.

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Mark, J. J. (2014, octubre 30). Los fantasmas en el mundo de la antigüedad [Ghosts in the Ancient World]. (W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-13359/los-fantasmas-en-el-mundo-de-la-antiguedad/

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Mark, Joshua J.. "Los fantasmas en el mundo de la antigüedad." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación octubre 30, 2014. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-13359/los-fantasmas-en-el-mundo-de-la-antiguedad/.

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Mark, Joshua J.. "Los fantasmas en el mundo de la antigüedad." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 30 oct 2014. Web. 26 abr 2024.

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