Laberinto

Definición

Joshua J. Mark
por , traducido por Montse de Paz
Publicado el 16 abril 2018
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Disponible en otros idiomas: inglés, francés
Labyrinth, Knossos Silver Tetradrachm (by Mark Cartwright, CC BY-NC-SA)
Laberinto, tetradracma de plata hallada en Cnosos
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

El término laberinto viene del griego labyrinthos, y describe una estructura en forma de nudo espiral con un solo camino de salida, a diferencia de los laberintos modernos, que brindan múltiples vías entrelazadas. Etimológicamente, la palabra nos remite al labrys o doble hacha minoica, el símbolo de la diosa madre de Creta, aunque la palabra tiene su origen en Lidia, y posiblemente llegó a Creta desde Anatolia (Asia Menor) a través del comercio.

Los laberintos y los símbolos laberínticos se remontan a la época neolítica y aparecen en regiones tan diversas como la actual Turquía, Irlanda, Grecia y la India, entre otras. En los textos tántricos de la India, el laberinto a menudo se presenta en forma de mandala, mientras que en Inglaterra e Irlanda aparece prefigurado en forma de marcas anulares o cónicas halladas con frecuencia en monumentos de piedra, como los famosos diseños en espiral de Newgrange.

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Este laberinto se distingue de los modernos porque, como se ha dicho, posee un único camino que va dando vueltas sobre sí mismo, mientras que los actuales laberintos pueden tener muchos. Aún y así, en español empleamos la misma palabra para designar ambos. Los académicos Alwyn y Brinley Rees discuten el significado del laberinto y por qué este diseño ha tenido un impacto tan fuerte en los pueblos antiguos, en especial los celtas:

Mucho se ha escrito durante las últimas tres décadas sobre el significado ritual de los laberintos, como protección contra los poderes sobrenaturales y como camino iniciático que el muerto debe seguir para alcanzar el mundo de los espíritus. Nosotros simplemente queremos subrayar que los laberintos son a las direcciones lo que los puntos intermedios son a los opuestos. Pasar a través de un laberinto no implica ir en una dirección en particular, y su destino tampoco puede ser localizado con una brújula. Según la creencia popular en Irlanda, las hadas y otros seres sobrenaturales pueden desorientar a un hombre hasta el punto de hacerle perder el rumbo... Es entonces, cuando el viajero pierde el norte y arroja los remos, para dirigirse hacia ninguna parte, cuando llega a las islas maravillosas (346).

Por tanto, el laberinto puede haber servido para encontrar el camino espiritual apartando a la persona del tiempo y del espacio lineal, o sea, la recta entre dos puntos. A medida que viaja a través del laberinto, puede sentirse cada vez más perdido en referencia al mundo exterior, pero, posiblemente, de forma inesperada, descubra entonces su verdadero camino en la vida. El tema del laberinto que guía el destino del ser humano queda ilustrado claramente en la historia más conocida de la mitología cretense: Teseo y el Minotauro.

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Minoan Double Axes
Dobles hachas minoicas
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

El laberinto de Creta

El laberinto más famoso aparece en la mitología griega, en la historia de Teseo, príncipe de Atenas. Este laberinto fue diseñado por Dédalo para el rey Minos de Cnosos, a fin de encerrar en su interior al feroz hombre-toro conocido como Minotauro. Cuando Minos competía con sus hermanos por el trono de la isla, oró a Poseidón pidiéndole que le enviara un toro blanco como la nieve, como signo del aval y la bendición divina. Minos tenía que haber sacrificado el toro a Poseidón, pero, fascinado por su belleza, decidió conservarlo y sacrificar uno de sus propios toros, de menor calidad. Poseidón, enfurecido por su ingratitud, provocó que Pasífae, la esposa de Minos, se enamorase perdidamente del toro hasta llegar a copular con él. La criatura que dio a luz fue el Minotauro, que sólo se alimentaba de carne humana y no podía ser dominado. Minos, entonces, pidió al arquitecto Dédalo que construyera un laberinto para albergar al monstruo.

Siete jóvenes atenienses y siete doncellas eran enviados a Creta cada año para ser conducidos al laberinto y devorados por el Minotauro.

Como Minos no tenía intención de alimentar a la criatura con su propia gente, impuso una tasa a la ciudad de Atenas, cuyo tributo anual debía incluir siete muchachos y siete doncellas para ser conducidos al laberinto y devorados por el Minotauro. El laberinto de Dédalo era tan complejo que él mismo apenas podía circular por él. Pero consiguió salir, y Minos decidió encarcelarlo, a él y a su hijo Ícaro, en una torre para impedir que pudieran revelar a nadie el secreto de su estructura.

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Más tarde, en otro famoso relato de la mitología griega, Dédalo e Ícaro pudieron escapar de su prisión empleando unas alas fabricadas con plumas de ave unidas con cera. Salieron volando, pero Ícaro voló tan alto que el calor del sol derritió la cera de sus alas y cayó al mar, donde pereció ahogado.

Sin embargo, antes de este vuelo, Atenas enviaba cada año los catorce jóvenes para ser sacrificados en el laberinto, hasta que Teseo, hijo del rey de Atenas, juró poner fin al sufrimiento de su pueblo. Se ofreció como voluntario para ir y zarpó de Atenas en un barco con sus tradicionales velas negras, en señal de duelo por las víctimas. Le dijo a su padre que, si tenía éxito en la empresa, cambiaría las velas negras por unas blancas en su regreso a casa.

Labyrinth of Knossos
Laberinto de Cnosos
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

Una vez en Creta, Teseo atrajo la atención de la hija de Minos, Ariadna, que se enamoró de él y, en secreto, le dio una espada y un ovillo de lana. Le dijo que atara un cabo en la entrada del laberinto y lo fuera desenrollando a medida que se adentrara en él. Una vez matara al Minotauro, podría encontrar el camino de regreso y salir sin dificultad. Teseo mató al monstruo, salvó a los jóvenes que iban a ser sacrificados con él y escapó de Creta con Ariadna, pero la abandonó en la isla de Naxos durante la travesía de regreso. En sus prisas por llegar a Atenas, olvidó cambiar la vela negra y colocar la blanca. Egeo, viendo la vela negra en la distancia, se arrojó al mar y murió. Entonces fue sucedido por Teseo.

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El laberinto como símbolo de cambio

Aparte de su propósito como mito de los orígenes —el mar Egeo se llama así por el nombre del rey tras su muerte—, el relato se centra en la mayoría de edad de Teseo y su ascenso al trono. Teseo es el gran héroe que rescata a sus compañeros y libra a su ciudad de la maldición del Minotauro, pero también ha cometido un terrible error al traicionar a la mujer que lo ayudó a triunfar; sin saberlo, provoca la muerte de su padre olvidando cambiar la vela negra.

En el relato, el laberinto sirve como vehículo para que Teseo pase de ser un adolescente a ser un rey.

En el relato, el laberinto sirve como vehículo para que Teseo pase de ser un adolescente a ser un rey. Debe entrar en un laberinto donde nadie sabe cómo orientarse, matar un monstruo y regresar al mundo que conoce; lo consigue, pero aún comete una falta juvenil, que redimirá con la pérdida de su padre. Esto le obligará a convertirse en un adulto y a asumir responsabilidades. El laberinto le ofrece la oportunidad de transformarse y crecer pero, como muchas personas, Teseo se resiste al cambio hasta que las circunstancias lo obligan.

El arqueólogo Arthur Evans (1851-1941) descubrió lo que él creía ser el laberinto de Cnosos en sus excavaciones entre 1900 y 1905. Aunque esta afirmación fue cuestionada, la fábula del laberinto sigue vinculada al palacio de Minos en Cnosos, y los autores antiguos se refieren a él como un lugar real, y no una elaboración mitológica. Evans estaba seguro de su hallazgo y explicó el aspecto mitológico del Minotauro mediante el deporte del salto de toro, como se puede apreciar en los muros del palacio. Agarrando al toro por las astas y saltando por encima del animal, hombre y toro parecen ser una misma criatura.

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Theseus & the Minotaur
Teseo y el minotauro
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

Tanto si hubo un laberinto real en Cnosos como si no, lo más importante del significado de este relato es el símbolo de cambio y transformación. Este simbolismo aparece en todas partes, muy en especial en el laberinto más famoso de la antigüedad: el de Amenemhat III en Egipto (ca. 1860-1815 a.C.).

El laberinto de Hawara

Según Herodoto, este laberinto era tan impresionante que rivalizaba con cualquiera de las maravillas del mundo antiguo. El académico Miroslav Verner señala que el complejo laberíntico de Amenemhat III era mencionado por «los antiguos viajeros», y sigue así:

Herodoto, Diodoro Sículo, Estrabón y Plinio hablan de él. Según Diodoro, Dédalo quedó tan impactado por el monumento en su viaje a Egipto, que decidió construir un laberinto para el rey Minos de Creta basándose en el mismo modelo (430).

El laberinto es el recinto de un templo egipcio que forma parte de un complejo de pirámides. Comprende una serie de patios y fue construido en Hawara por el faraón Amenemhat III de la XII Dinastía, durante el periodo del Imperio Medio (2040-1782 a.C.). Este laberinto era un complejo funerario más grandioso e intrincado que cualquier otro construido hasta entonces. La estructura monumental es descrita así por Herodoto:

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Lo vi con mis propios ojos y es una maravilla que no se puede describir en palabras... Tiene doce patios cubiertos con puertas que se abren unas frente a otras, seis al norte y seis al sur, en hilera. Hay una doble serie de cámaras, algunas subterráneas, otras encima de ellas, y su número supera las tres mil... Los pasadizos entre las habitaciones y los vericuetos que comunican los patios, son tan extremadamente complicados que causaron nuestra admiración a medida que los recorríamos, desde el patio a las cámaras, y desde las cámaras hasta los corredores porticados, y de los corredores a otras habitaciones de nuevo, y otra vez de salida hacia nuevos patios. El techo del conjunto es de piedra, igual que los muros, y las paredes están cubiertas de figuras en relieve, y cada patio está rodeado por una serie de pilares de piedra blanca, perfectamente encajados. En la esquina, donde termina el laberinto, hay una pirámide de 80 metros de altura decorada con relieves de animales. El acceso a la misma es subterráneo (Historias, II, 148).

Estrabón describe el laberinto como «un gran palacio formado por múltiples palacios» y lo elogia comparándolo a las pirámides por su magnificencia (Geografía, XVII, I, 37-38). Diodoro observa que «en los relieves y en la artesanía no dejaron nada que pudieran superar los gobernantes siguientes» (Historias, I, 66). Plinio afirma:

También hemos de mencionar los laberintos... no hay duda alguna que Dédalo lo adoptó como modelo para el laberinto que construyó en Creta, pero tan sólo reprodujo un centésima parte del mismo, con pasadizos que giran, avanzan y retroceden de forma intrincada y confusa. No es una simple franja de terreno abarcando muchas millas de avenidas y paseos, como lo vemos en nuestros suelos de mosaicos o en el juego ceremonial que ejecutan nuestros muchachos, sino que las puertas que se abren a intervalos en los muros sugieren engañosamente una salida, forzando al visitante a retroceder y a regresar sobre sus pasos, deshaciendo el camino que ha recorrido antes (Historia natural, XXXVI, 19).

Se cree que el laberinto de Hawara, como otros complejos funerarios en Egipto, es un espejo de la vida más allá de la muerte. Había 42 salas en la estructura, que Estrabón identifica con el número de nomos (provincias) egipcios, pero también con los Cuarenta y Dos Jueces que deliberan sobre el destino del alma, junto con los dioses Osiris, Thot, Anubis y Maat, en el juicio final en el Salón de la Verdad. El laberinto, así, estaría construido para guiar al difunto a través de un enmarañado trayecto, como el paisaje del más allá descrito en los Textos de las Pirámides y en los Textos de los Sarcófagos, así como en el Libro de los Muertos, hasta alcanzar un estado de iluminación.

Este impresionante complejo cayó en la ruina en algún momento incierto, y fue desmantelado. El material constructivo se utilizó en otros proyectos. El lugar era una auténtica cantera para los albañiles, hasta el punto de que a su alrededor creció una pequeña ciudad. Hoy apenas quedan restos de esta maravilla arquitectónica, salvo los restos de la devastada pirámide de Amenemhat III junto al oasis de El Fayum. Verner escribe: «debido a la destrucción temprana del complejo, el plano original del laberinto no puede ser reconstruido con precisión», pero observa que el arqueólogo Flinders Petrie fue el primero en entrar, en 1889, y llegó a la conclusión de que era la misma estructura conocida como El Laberinto en la antigüedad (428).

El erudito Richard H. Wilkinson observa que «fue una de las grandes atracciones turísticas de Egipto en el periodo grecorromano», y que el complejo «representaba una impresionante elaboración del plan del templo establecido» (134). Como los templos eran lugares construidos con el propósito de suscitar una transformación, el laberinto como símbolo de cambio es tan evidente aquí como en el relato posterior del que diseñó Dédalo.

The Passages to the Underworld at Tonina
Los pasajes del inframundo en Tonina
Simon Burchell (CC BY-SA)

Laberintos y sus significados

Ha habido numerosos laberintos por todo el mundo desde épocas muy antiguas; desde la estructura levantada en Italia como parte de la tumba del rey etrusco Lars Porsena (ca. 580 a.C.) hasta los de la isla Bolshoi Zayatsky (ca. 500 d.C.) en la Rusia actual. Se cree que los laberintos celtas formaban parte de los rituales funerarios en Bretaña, Irlanda y Escocia, y el erudito Rodnay Castleden observa lo siguiente:

Los laberintos reaparecen constantemente en diversas formas y en diferentes etapas en la evolución de la cultura céltica. Algunos son anteriores a los laberintos minoicos. El laberinto como idea está estrechamente relacionado con el nudo: la línea que se enrosca formando un patrón. La diferencia es que, en un diseño de nudos, la línea no tiene principio ni fin, mientras que en un laberinto normalmente hay un punto de partida y una meta. Ambos simbolizan viajes. Puede ser un viaje de aventura o el viaje de la vida misma. Los laberintos, por tanto, forman un complemento visual del cuento épico popular que a menudo consiste en un largo y azaroso viaje con episodios que se repiten o se duplican. También pueden simbolizar un viaje de autoconocimiento, una ida y una vuelta hacia el centro del yo. De esta manera, el viejo símbolo emerge como un arquetipo junguiano: una herramienta de autoexploración y sanación (439-440).

Esto se hace evidente en los mandalas de la literatura tántrica de la India y, más notablemente, en el Rigveda (ca. 1500 a.C.), donde los diversos libros avanzan por las mismas líneas como un laberinto donde se sigue un camino espiritual en soledad para aunar el viaje interior con el mundo exterior. Carl Jung (1875-1961) contemplaba el laberinto como símbolo de esta reconciliación entre el yo interior y el mundo exterior. La erudita Mary Addenbrooke escribe:

[Jung] describe el efecto de estar «gloriosa, triunfantemente ebrio. No había más dentro ni fuera, no más yo y los otros. El número uno y el número dos ya no existían (se refiere a su sensación de tener dos personalidades diferentes dentro de sí); la cautela y la timidez habían desaparecido y la tierra y el cielo, el universo y todo lo que en él repta y vuela, gira, se alza o cae, todo se había convertido en uno» (1).

Jung discute sobre este viaje a través del laberinto en su obra Las etapas de la vida:

Cuando debemos afrontar los problemas, instintivamente nos resistimos a probar el camino que nos lleva a través de la oscuridad y la tiniebla. Deseamos escuchar resultados inequívocos, y nos olvidamos por completo de que estos resultados sólo pueden aflorar cuando nos hemos aventurado y hemos emergido de la oscuridad. Pero penetrar la oscuridad requiere hacer acopio de todas las fuerzas iluminadoras que nos ofrece la consciencia... Los problemas más graves de la vida nunca se resuelven del todo. Si lo parece, es señal de que algo se ha perdido. El significado y el propósito de un problema no residen en la solución, sino en trabajar sobre ellos incesantemente. Sólo esto nos preservará del embrutecimiento y la petrificación (11).

Los pueblos del mundo antiguo al parecer entendieron este concepto mucho antes de que Jung lo articulara con tanta elocuencia. El laberinto, finalmente, es el viaje del yo hacia la integridad. Aunque los antiguos egipcios y griegos no lo expresaran de este modo, su arquitectura y sus mitos apuntan hacia la misma conclusión a la que han llegado Jung y otros psicólogos posteriores: que es abriéndonos camino a través del laberinto de las circunstancias presentes como llegamos a comprender nuestro propósito y encontramos sentido a la existencia.

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Sobre el traductor

Montse de Paz
Soy escritora y trabajo en una fundación humanitaria. Escribo novelas y ensayos de crecimiento personal y espiritualidad, además de impartir cursos de Biblia en Barcelona. Hija de una historiadora y de un catedrático de lenguas clásicas, me apasiona la historia y en ella encuentro inspiración para mis libros.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark es el cofundador de World History Encyclopedia y es su director de contenido. Vivió en Grecia y Alemania y ha viajado por muchos lugares. Ha sido profesor universitario de historia, escritura, literatura y filosofía en el Marist College de Nueva York

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2018, abril 16). Laberinto [Labyrinth]. (M. d. Paz, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-531/laberinto/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Laberinto." Traducido por Montse de Paz. World History Encyclopedia. Última modificación abril 16, 2018. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-531/laberinto/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Laberinto." Traducido por Montse de Paz. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 16 abr 2018. Web. 01 may 2024.

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