Rituales mortuorios del antiguo Egipto

Artículo

Joshua J. Mark
por , traducido por Rosa Baranda
Publicado el 01 marzo 2017
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Disponible en otros idiomas: inglés

Desde que los arqueólogos europeos comenzaran a excavar en los siglos XVIII y XIX EC, esta antigua cultura ha estado ampliamente asociada con la muerte. Incluso a mediados del siglo XX EC algunos reputados expertos seguían escribiendo sobre la obsesión de unos egipcios con la muerte, cuyas vidas carecían de entretenimiento y alegría. Momias en las oscuras tumbas laberínticas, extraños rituales realizados por sacerdotes taciturnos, y tumbas piramidales de los reyes siguen siendo la imagen prominente de Egipto en la imaginación de muchos hoy en día, junto con una serie de más de 2.000 deidades (muchas de las cuales están asociadas únicamente con la otra vida); todo esto no hace sino avivar la visión aceptada de los antiguos egipcios como una cultura obsesionada con la muerte. Sin embargo, la verdad es que estaban totalmente dedicados a la vida, hasta tal punto que su vida tras la muerte se consideraba como una continuación eterna de su paso por la tierra.

Book of the Dead, Ptolemaic Period
Libro de los Muertos, período ptolemaico
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

Cuando alguien moría en el antiguo Egipto, el funeral era un acontecimiento público que permitía a los vivos llorar el fallecimiento de un miembro de la comunidad y le permitía al difunto pasar del plano terrenal al eterno. Aunque había profundas manifestaciones de dolor y luto por la pérdida de un ser querido, no creían que el difunto dejase de existir; sencillamente había dejado la Tierra para pasar a otro reino.

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Para asegurarse de que llegaban sanos y salvos a su destino, los egipcios desarrollaron unos rituales mortuorios complicados para conservar el cuerpo, liberar el alma y ponerla en camino. Estos rituales alentaban la expresión saludable del dolor entre los vivos, pero terminaban con un festín que celebraba la vida del difunto y su partida, enfatizando que la muerte no era el final sino una continuación. La egiptóloga Helen Strudwick señala que "para los egipcios, que amaban la vida, la garantía de una vida continua en el más allá era inmensamente importante" (190). Los ritos mortuorios brindaban a la gente esa clase de garantía.

Rituales y entierros tempranos

Los enterramientos más antiguos de Egipto eran tumbas simples en las que se disponía al difunto, al lado izquierdo, acompañado de algunos bienes. Está claro que ya existía algún tipo de creencia en la vida tras la muerte antes de en torno al 3500 AEC, que es cuando se empezó a practicar la momificación, pero no hay ningún registro escrito de en qué consistía esta creencia. Las tumbas simples del periodo predinástico de Egipto (c.6000 - c. 3150 AEC) fueron evolucionando hacia las mastabas del periodo arcaico (c. 3150 - c. 2613 AEC), que terminaron convirtiéndose en las grandiosas pirámides del Imperio Antiguo (c. 2613-2181 AEC). En todos estos periodos se creía en la vida tras la muerte y se practicaban ritos mortuorios, pero los del Imperio Antiguo son los más conocidos gracias a las imágenes de las tumbas.

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AUNQUE A MENUDO SE CREE QUE SE MOMIFICABA A TODO EL MUNDO EN EGIPTO TRAS LA MUERTE, ESTA PRÁCTICA ERA CARA, POR LO QUE SOLO LA CLASE ALTA Y LA NOBLEZA SE LO PODÍAN PERMITIR.

Para la época del Imperio Antiguo de Egipto, esta civilización ya tenía una clara comprensión de cómo funcionaba el universo y qué lugar ocupaba el ser humano. Los dioses habían creado el mundo y a la gente que lo habitaba mediante la magia (heka), y lo mantenían también mediante la magia. Todo el mundo estaba imbuido de una vida mística generada por los dioses, que acogerían al alma cuando al final abandonara la tierra para ir a la otra vida. Para que el alma pudiera hacer este viaje, había que conservar cuidadosamente el cuerpo que quedaba atrás, y por eso la momificación se convirtió en una parte integral de los ritos mortuorios. Aunque a menudo se cree que se momificaba a todo el mundo en Egipto tras la muerte, esta práctica era cara, por lo que solo la clase alta y la nobleza se lo podían permitir.

En el Imperio Antiguo los reyes se enterraban en sus tumbas piramidales, pero desde el primer periodo intermedio de Egipto en adelante (2181-2040 AEC) tanto reyes como nobles preferían tumbas excavadas en la roca o en la tierra. Para la época del Imperio Nuevo (c. 1570-1069 AEC) las tumbas y los rituales precedentes al enterramiento habían alcanzado su máximo desarrollo. Había tres métodos disponibles de embalsamamiento o rito funerario: el más caro y elaborado, un segundo método, más barato, que incluía bastantes aspectos del primero, y un tercer método que era aún más barato y carecía de mucha de la atención al detalle del primero. Los rituales y técnicas de embalsamamiento que se describen aquí son los del primer método, la opción más elaborada que se llevaba a cabo en la realeza, y los ritos específicos son los observados durante el Imperio Nuevo de Egipto.

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Los preparativos

Tras la muerte, el cuerpo se llevaba a los embalsamadores, donde los sacerdotes lo lavaban y purificaban. Después, el sacerdote mortuorio sacaba los órganos que se deteriorarían más rápido y destruirían el cuerpo. A principios de la momificación, los órganos del abdomen y el cerebro se metían en vasos canopes, que se creían que estaban vigilados por los dioses guardianes conocidos como Los Cuatro Hijos de Horus. En épocas posteriores los órganos se sacaban, se trataban, se envolvían y se volvían a poner en el cuerpo, pero los vasos canopes se seguían poniendo en las tumbas y se seguía creyendo que Los Cuatro Hijos de Horus vigilaban los órganos.

Canopic Jars of Neskhons
Vasos canopos de Nesjons
The Trustees of the British Museum (Copyright)

Los embalsamadores sacaban los órganos del abdomen a través de una incisión en el costado izquierdo; para sacar el cerebro, insertaban un instrumento quirúrgico con un gancho por la nariz del difunto y lo sacaban a pedazos. También hay indicios de que los embalsamadores rompían la nariz para hacer más sitio para sacar el cerebro más fácilmente. Sin embargo, romper la nariz no era el método preferido porque podía desfigurar la cara del difunto, y el objetivo principal de la momificación era mantener el cuerpo intacto y que recordara a la persona viva tanto como fuera posible. La extirpación de los órganos y el cerebro se hacía en el proceso de disecar el cuerpo; el único órgano que dejaban en su sitio era el corazón porque se creía que era donde se encontraba la identidad de la persona. Todo esto se hacía porque el alma necesitaba liberarse del cuerpo para poder seguir su viaje eterno hacia la otra vida y para hacerlo debía tener un "hogar" intacto que dejar atrás, que además pudiera reconocer si alguna vez deseaba volver a visitarlo.

Tras extraer los órganos, se dejaba el cuerpo en remojo en natrón durante 70 días y después se volvía a lavar y purificar. Después se envolvía en lino cuidosamente; algo que podía llevar hasta dos semanas. La egiptóloga Margaret Bunson explica:

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Este era un aspecto importante del proceso mortuorio, e iba acompañado de encantamientos, himnos y ceremonias rituales. En algunos casos las prendas de lino que se sacaban de santuarios y templos se usaban para los difuntos ricos o aristócratas porque creían que tales materiales tenían propiedades especiales y poderes mágicos. Una única momia requería aproximadamente unas 445 yardas cuadradas de material. Entremedias de las vendas se ponían piedras semipreciosas y amuletos en posiciones estratégicas, y cada una garantizaban la protección de cierta parte de la anatomía humana en la otra vida. (176)

Entre los amuletos más importantes estaba el que se ponía sobre el corazón. Esto se hacía para evitar que el corazón testificara contra el difunto cuando llegara el momento del juicio. Dado que el corazón era el hogar del carácter individual, y dado que era obvio que a menudo la gente decía cosas de las que se arrepentía después, se consideraba importante tener un amuleto que evitara tal posibilidad.

La procesión fúnebre y los ritos

Los embalsamadores después devolvían la momia a la familia, que habría encargado un féretro o sarcófago. Sin embargo, el cuerpo no se ponía inmediatamente en el sarcófago, sino que se ponía en andas y luego se llevaba a un barco que lo esperaba en el río Nilo. Este era el principio del servicio funerario, que comenzaba pronto por la mañana y que normalmente salía del templo del rey o del centro del embalsamador. Los sirvientes y los familiares más pobres del difunto iban al frente de la procesión llevando flores y ofrendas comestibles. A estos los seguían otros que llevaban los bienes para la tumba, tales como ropa y shabtis, las posesiones favoritas del difunto, y otros objetos que serían necesarios en la otra vida.

Objects from Tomb of Thutmose IV
Objetos de la Tumba de Thutmosis IV
Keith Schengili-Roberts (CC BY-SA)

Directamente antes del cadáver iban las plañideras profesionales, unas mujeres conocidas como los milanos de Neftis cuya tarea consistía en animar al resto a mostrar su dolor. Estos "milanos" gemían intensamente, se golpeaban el pecho, golpeaban la cabeza contra el suelo y gritaban de dolor. Estas mujeres se vestían con el color del luto y la tristeza, un azul grisáceo, y se cubrían la cara y el pelo con polvo y tierra. Esta era una posición remunerada, y cuanto más rico fuera el difunto, más milanos habría presentes en la procesión. Una escena de la tumba del faraón Horemheb (1320-1292 AEC) del Imperio Nuevo muestra vívidamente a los milanos de Neftis trabajando, mientras gimen y se arrojan al suelo.

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En el Periodo Arcaico de Egipto los sirvientes habrían sido asesinados al llegar a la tumba para que pudieran seguir sirviendo al difunto en la otra vida. Para la época del Imperio Nuevo hacía mucho que se había abandonado esta práctica y ahora el lugar de los sirvientes lo ocupaba una efigie llamada tekenu. Al igual que las estatuillas shabti, que se podían animar mágicamente en la otra vida para que trabajaran, los tekenu cobrarían vida de la misma manera para servir al alma en el paraíso.

El cadáver y los tekenu iban seguidos de los sacerdotes, y cuando llegaban a la orilla oriental del Nilo, los tekenu y los bueyes que habían ido tirando del cuerpo se sacrificaban ritualmente y se quemaban. Después, el cuerpo se colocaba en un barco mortuorio junto con dos mujeres que simbolizaban a las diosas Isis y Neftis. Esto hacía referencia al mito de Osiris, en el que su hermano Set lo mata y su hermana-esposa Isis y su otra hermana Neftis lo devuelven a la vida. En vida al rey se lo asociaba con el hijo de Osiris e Isis, Horus, pero en la muerte se lo asociaba con el Señor de los muertos, Osiris. Las mujeres se dirigirían al rey muerto como las diosas hablándole a Osiris.

El barco navegaba de la orilla oriental, que representaba la vida, a la occidental, la tierra de los muertos, donde atracaba y entonces el cuerpo se volvía a poner en andas para transportado a su tumba. Un sacerdote ya habría preparado un ataúd o sarcófago a la entrada de la tumba, y era entonces cuando se ponía el cuerpo dentro. El sacerdote llevaría a cabo la Ceremonia de la apertura de la boca durante el que tocaba el cadáver en varios lugares para poder restaurar los sentidos, de manera que el difunto podía volver a ver, oír, oler, saborear y hablar.

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Durante esta ceremonia, las dos mujeres que representaban a Isis y Neftis recitaban Las lamentaciones de Isis y Neftis, un encantamiento de llamada y respuesta que recreaba el momento en que Osiris había sido devuelto a la vida por sus hermanas. Entonces se ponía la tapa del féretro y se llevaba a la tumba. La tumba tendría escrito el nombre del difunto, tenía estatuas e imágenes de él en vida, y las inscripciones de las paredes (Los textos de las pirámides) contaban la historia de su vida y proporcionaban instrucciones para la otra vida. Se hacían rezos por el alma del difunto y alrededor del ataúd se disponían bienes; después se sellaba la tumba.

Egpytian Sarcophagus
Sarcófago egipcio
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

Se esperaba que la familia proveyera para continuar la existencia del difunto, llevando ofrendas de comida y bebida y recordando su nombre. Si a una familia esto le parecía demasiado oneroso, contrataba a un sacerdote (conocido como un sirviente Ka) para que llevara a cabo estos deberes y rituales. Las listas de comida y bebida que se iban a llevar se inscribían en la tumba en listas de ofrendas, además de una autobiografía del difunto para que se lo recordara. El alma continuaría existiendo en paz en la siguiente vida (después de la justificación) siempre y cuando se hicieran estas ofrendas.

Después los sacerdotes, la familia y los invitados se sentaban a un banquete a celebrar la vida del difunto y su siguiente viaje al paraíso. Esta celebración se hacía fuera de la tumba bajo una tienda erigida con tal propósito. La comida, la cerveza y el vino se habrían llevado antes, y entonces se servía como un banquete o picnic elaborado. Se honoraba al difunto con el tipo de festival que habría conocido y disfrutado en vida. Cuando la fiesta terminaba, los invitados regresaban a sus casas y seguían con sus vidas.

El viaje a la otra vida

Para el alma del difunto, por otra parte, acababa de comenzar una nueva vida. Tras los rituales mortuorios y el cierre de la tumba, el alma se creía que despertaba en el cuerpo, sintiéndose desorientada. Las inscripciones en la pared de la tumba, como los Textos de las Pirámides, on el féretro, con los Textos del ataúd, le recordarían al difunto su vida en la tierra y lo dirigirían a abandonar el cuerpo y seguir adelante. Estos textos fueron reemplazados en el Imperio nuevo de Egipto por el Libro de los muertos. Uno de los dioses, normalmente Anubis, aparecería para llevar al alma hacia delante hacia el Salón de la Verdad, también conocido como el Salón de las dos verdades, donde sería juzgada.

Las representaciones de este juicio normalmente muestran una larga hilera de almas esperando al momento de comparecer ante Osiris, de las cuales cuidan deidades como Qebhet, que les proporcionaba agua fresca. Diosas familiares como Neftis, Isis, Neith y Serket también estaban allí para reconfortar y animar al alma.

Weighing the Heart, Book of the Dead
El pesaje del corazón, Libro de los muertos
Jon Bodsworth (Public Domain)

Cuando le llegaba el momento, el alma avanzaba hacia Osiris, Anubis y Thoth, se situaba junto a la balanza de la justicia y recitaba las confesiones negativas, una lista ritual de los pecados que podía decir sinceramente que no había cometido. En ese momento se pesaba el corazón de la persona en la balanza contra la pluma blanca de la verdad; si el corazón era más ligero que la pluma, estaba justificado, y si no lo era, entonces arrojaban el corazón al suelo donde lo devoraba el monstruo Amut, y el alma dejaba de existir.

Si la persona estaba justificada tras pesar el corazón, Osiris, Thoth y Anubis conferían con los cuarenta y dos jueces y dejaban que la persona pasara al paraíso. Esta siguiente parte del viaje cambia según los textos y las épocas. En algunas versiones, el alma tenía que seguir evitando las trampas, los demonios y otros peligros, y necesitaba la ayuda de un libro guía como El libro egipcio de los muertos. Según otras representaciones, una vez justificado había que ir hasta las orillas del lago Lily, donde habría que pasar otra prueba final.

El barquero era un hombre siempre desagradable llamado Hraf-hef con quien el alma tenía que ser agradable y gentil. Si se pasaba esta última prueba, el alma era conducida hasta el otro lado del lago al paraíso del Campo de Juncos. Aquí el alma encontraría todo y todos los que pensaba que había perdido con la muerte. Aquellos que habían muerto antes estarían esperando, al igual que las mascotas favoritas. La casa que alguien había amado en vida, el barrio, los amigos, todo ello estaría esperando y el alma disfrutaría de esta vida eternamente sin la amenaza de la pérdida en compañía de los dioses inmortales. El paraíso final, sin embargo, solo era posible si la familia en la tierra había llevado a cabo los rituales mortuorios completamente y si continuaban honrando y recordando al alma que había partido.

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Sobre el traductor

Rosa Baranda
Traductora de inglés y francés a español. Muy interesada en la historia, especialmente en la antigua Grecia y Egipto. Actualmente trabaja escribiendo subtítulos para clases en línea y traduciendo textos de historia y filosofía, entre otras cosas.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark es un escritor independiente y antiguo profesor de filosofía a tiempo parcial en el Marist College de Nueva York. Vivió en Grecia y Alemania y ha viajado por Egipto. Ha sido profesor universitario de historia, escritura, literatura y filosofía.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2017, marzo 01). Rituales mortuorios del antiguo Egipto [Ancient Egyptian Mortuary Rituals]. (R. Baranda, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1022/rituales-mortuorios-del-antiguo-egipto/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Rituales mortuorios del antiguo Egipto." Traducido por Rosa Baranda. World History Encyclopedia. Última modificación marzo 01, 2017. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1022/rituales-mortuorios-del-antiguo-egipto/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Rituales mortuorios del antiguo Egipto." Traducido por Rosa Baranda. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 01 mar 2017. Web. 19 abr 2024.

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